Nos adaptamos ante circunstancias adversas y hoy somos más fuertes.
Agosto, 2022
Viví tres «cuarentenas». Poco antes de la llegada del covid a nuestras vidas, tuve la fortuna de ser mamá por segunda vez. Estuve en reposo absoluto por temas de salud en el embarazo; al terminar esa cuarentena previa al parto, me tocó la cuarentena posparto y después –cuando pensaba que todo regresaría a la normalidad– tuvimos que aislarnos por la pandemia. Esta última «cuarentena» fue mucho más larga de lo que imaginamos.
Con dos niños en casa (una recién nacida) y un esposo doctor atendiendo COVID-19 en el hospital, se complicó un poco el regreso al trabajo. Desde abril 2020 hasta abril 2021, el trabajo fue prácticamente en casa y descubrí capacidades que no conocía. Sin duda, para todos fue un súper reto del que salimos avantes.
Para mí, la pandemia fue diferente a la mayoría, pues la viví a lado de quienes estaban al frente de la batalla. Sentí y viví la muerte muy de cerca y eso me cambió la vida para siempre.
Para quienes estamos en áreas comerciales, el reto principal fue continuar las ventas, optimizando los costos y cuidando la rentabilidad, sin dejar la batalla en el mercado. Además, de estar pendientes de los pasos de la competencia y ayudar a los Directivos a tener la mayor información posible para tomar decisiones.
Si algo aprendí en la vida es que lo único constante es el cambio. Siempre digo que en mi currículum pondría mi experiencia en mudanzas; para mí lo más importante es la familia, estando juntos todo lo demás se supera. Sin embargo, la pandemia me enseñó aún más la capacidad de adaptación, dejar que fluya lo que es imposible controlar, valorar el aquí y ahora, saber que pocas cosas son indispensables y que lo más valioso es lo que a veces olvidamos.
Las enseñanzas son muchas, el carácter se forjó más y la resiliencia fue importante. Mantenerme firme, fuerte y positiva a pesar de las circunstancias es mi mayor fortaleza.
